Me encanta ver como hay personas que voltean la hoja con facilidad, escriben diariamente y ocupados ya no les importa el tachón de la anterior página o los errores de ortografía.
He tenido durante ya algún par de años un cuaderno en el que he empezado miles de ideas y como están inconclusas, de vez en cuando me encuentro rebuscando en escritos pasados imaginándoles un fin porque terminaron en nudo o si es verdad que todo funciona como un sistema esas mismas historias sumado al nuevo conocimiento que he adquirido podría volverlas más interesantes. O simplemente porque pudo más el desorden interrumpiendo la historia.
Parte de esas historias las digitalicé y éstas me encantaban pues el computador me permitía pulirlas cada tanto sin hacer tachones. No dejaba huella de la basura que durante cierto tiempo rondando en mi cabeza salían disfrazadas en ornamentos literarios pero que con lo agudo de la mirada en el repaso prefería borrar. Entonces, tuve que formatear el equipo. Ya no tengo forma de repasar esas historias, cosa que lamenté al comienzo porque podía contemplar nuevamente ciertas líneas que me parecían hermosas, no sabía cómo habían nacido y ahí estaban…Ahora no hay modo, así que tuve que escribir nueva lírica, concluí que tengo la manía de examinar el pasado y que por eso me encanta la historia, identifiqué que es la forma que poseo para confesar y poder ser libre. Y aunque sea la verdad habrán algunas letras por borrar, giré la cabeza y ví que otros simplemente voltean la hoja o abren una nueva ventana y no mantienen dando control + z sobre lo escrito, prefieren empezar una nueva idea pues siempre será el mismo autor, y si éste es el mismo se conserva la esencia, esa que uno piensa que se encuentra en las cosas cuando realmente está en la forma como se miran.